-Profesor, ¿cuan malas son las drogas?
-"Hace dieciseis años la probé. Estaba en una fiesta con unos amigos. 'No es mala, pruébala', me decían. Y yo, inconsciente de mí, la probé. En poco tiempo comencé a sentirme eufórico, repleto de energía. Sentía que podía comerme el mundo si quisiese. Bailé como el que más, canté como el que más y salté como el que más. Tras un par de horas de descontrol, me dio un bajonazo, que achaqué a que la fiesta había terminado. No le di mayor importancia, y me fui a casa.
EL fin de semana siguiente volvimos a salir, y pedí a mis amigos más de lo que me dieron en la otra fiesta. Y así, fin de semana tras fin de semana, tomaba una dosis de aquello.
Tras un par de meses, comencé a sentir la necesidad de tomarlo entre semana. No le di mayor importancia y comencé a tomarlo con mayor frecuencia: dos veces a la semana, tres. Una vez al día. Dos.
Cuando no tenía dinero para comprar se lo pedía a mi madre, y cuando comenzó a sospechar, se lo robaba. Vendí mis joyas -y las suyas-, y mis objetos mas valiosos, para disponer del dinero necesario para comprar aquello que me estaba destrozando la vida irrefrenablemente.
Noté que me iba degenerando con el paso de los años. Llegué a pegar a mis padres para que me diesen dinero, de lo cual me arrepiento, aunque ya sea tarde para decírselo. Por aquel entonces yo ya contaba 20 años.
Hoy tengo 30, y acabo de salir de un centro de desintoxicación, tras cinco años luchando contra la cocaína, a base de sufrimiento. Ahora, totalmente rehabilitado, quiero compartir mi historia, para evitar que otros jóvenes puedan sufrir las consecuencias de las drogas."
Obviamente esto es una historia ficticia, pero perfectamente podría ser la contada por un toxicómano, muchos de los cuales se dan cuenta demasiado tarde como para remediarlo. No hagas que esta historia se convierta en tu historia, Sofía.
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