sábado, 29 de noviembre de 2014

El potlatch

El potlatch es, a grandes rasgos, un sistema de intercambio de bienes. Era practicado por las tribus de la costa norte del Pacífico en Norteamérica, como los tlingit, los salish y los kwakiutl en los estados de Washington y de la Columbia Británica, y los tsimshian en Alaska. Hoy en día, aún hay tribus que lo practican.
Y la entrada podría quedar aquí, pero lo cierto es que el potlatch es algo mucho más profundo que un simple intercambio de bienes: es un intercambio de prestigio social. Pongamos un ejemplo muy sencillo: un miembro de la tribu A decide organizar un potlatch. Habla con su comunidad, y entre todos reúnen los excedentes de comida, mantas o piezas que no vayan a utilizar, o de los que puedan prescindir a corto plazo. A continuación, invitan a un festín a la tribu B, y les regalan todos esos bienes. Pero claro, la cosa no va de gratis. Los miembros de la tribu A han obtenido un reconocimiento y un prestigio. Y, cuanto más grande sea el regalo entregado, más prestigio. Por otra parte, los miembros de la tribu B se sienten con la necesidad de devolver el favor, organizando otro potlatch para invitar a la tribu A cuando su economía se lo permita.
Todo esto está basado en una economía que, si bien algunos tachan de derrochadora, otros la califican como ecológica: una forma de adaptarse a los periodos de abundancia y escasez. Cuando una tribu tiene abundancia de (por ejemplo) salmón, invita a un potlatch a otra tribu que está pasando por una época de escasez. Ambas tribus obtienen un beneficio -salmón o prestigio-, y se establece un vínculo entre ambas, de forma que entre ellas se ayudarán a equilibrar los periodos en los que falte alimento o bienes. Además, a título de curiosidad, el prestigio también es un bien a intercambiar: cuando se hacen regalos se gana prestigio, el cual se pierde al tener que aceptar regalos, y varía de forma proporcional al valor de los regalos.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Diálogo con Machado

Caminante, son tus huellas el camino, y nada más.
No existe más camino que el tuyo, y para ti.
Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar. 
Nadie ha hecho el camino por ti, y no esperes que nadie lo haga. Te corresponde a ti esa tarea.
Al andar se hace camino,
y tú eres el único responsable del mismo,
y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Podrás inspirarte y podrás inspirar, pero nunca nadie seguirá tu camino. Es único, y personal. No obligues a nadie a seguirlo, ni te obligues a seguir caminos ya marcados.
Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.
Tan efímeros son los caminos de la vida como rastros en el agua. A tu paso desaparecerá el camino, para dejar el lienzo en blanco, de forma que otros puedan dibujar libremente los retazos de su propia vida.

lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Me cuentas un cuento?

Dijo Jorge Bucay que "los cuentos sirven para dormir a los niños, y para despertar a los adultos", y hay cuentos que lo demuestran de una forma muy evidente. Un claro ejemplo es El Principito. Todos, sin excepción, tenemos a un Principito dentro de nosotros. A algunos les avergüenza enseñarlo, otros ni siquiera saben -o quieren saber- que está ahí. Pero hay una parte de nosotros que, a lo largo del libro, se refleja en este pequeño personaje que, literalmente, se ha caído de las nubes, y que se opone al pragmático protagonista. Pero qué mejor ejemplo que algunos extractos del libro:

"-¿Y qué haces con esas estrellas?
-¿Qué hago?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
[...]
-¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas."

"Si los dos millones de habitantes de la Tierra se tuviesen de pie y un poco apretados, como en un mitin, podrían alojarse fácilmente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas de ancho. Podría amontonarse a la humanidad sobre la más mínima islita del Pacífico.
Las personas grandes, sin duda, no os creerán. Se imaginan que ocupan mucho lugar. Se sienten importantes, como los baobabs."

"Lo esencial es invisible a los ojos. El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Los hombres han olvidado esa verdad, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado."


domingo, 26 de octubre de 2014

Por si no nos vemos luego...

-Truman, puedes hablar. Te escucho.

-¿Quién eres?

-Soy el creador del programa de televisión que llena de esperanza y felicidad a millones de personas.

-¿Y quién soy yo?

-El protagonista.

-¿Nada era real?

-Tú eras real, por eso valía la pena verte. Escúchame, Truman: ahí fuera no hay más verdad que la que hay en el mundo que he creado para ti. Las mismas mentiras, los mismos engaños. Pero, en mi mundo, tú no tienes nada que temer. Te conozco mejor que tú mismo.

-¡Nunca has tenido una cámara en mi cerebro!

-Tienes miedo, por eso no puedes marcharte. Está bien Truman, yo te comprendo. Llevo observándote toda tu vida. te observé al nacer, te observé cuando diste tu primer paso. Observé tu primer día de colegio, y el capítulo en el que se te cayó tu primer diente. No puedes irte, Truman: este es tu sitio. Conmigo.
Háblame, dime algo.

-Por si no nos vemos luego... ¡Buenos días, buenas tardes y buenas noches!

lunes, 20 de octubre de 2014

Palabras

"Y el verbo se hizo carne", y de la palabra nació el hombre. Hombre que crea palabras, para crear al hombre. Palabras que describen el mundo. Su mundo. Su percepción del tiempo, del espacio, y de todas las cosas, limitado por el alcance de las palabras, que acotan su pensamiento. Esas palabras que él mismo ha inventado.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Reflexiones de una patata de hojalata

Ay, el ojalá... Dichosa palabra, que nos ayuda a desistir. "Ojalá fuera feliz" es mucho más fácil que luchar por serlo. "Ojalá supiera tocar el piano" es más cómodo que ponerse a ello. ¿O no? Y es que somos vagos por naturaleza, nos cuesta ponernos a luchar por nuestros sueños. Especialmente si para ello hay que levantarse del sofá. Y ya si hay que salir de la ciudad, ni te cuento. ¡Déjate! ¿Dónde voy yo tan lejos, si esta noche hay derbi? Ya son ganas de complicarse la vida. Hala, ahora me olvido de mi sueño, y ya está. Ahora mi ambición es quedarme en mi ciudad, asentarme, y ver el fútbol luego. Y ya, si veo que tal, me hago una tortilla de patata. Sin hojalata.

Ojalá no existiera el ojalá.