Dijo Jorge Bucay que "los cuentos sirven para dormir a los niños, y para despertar a los adultos", y hay cuentos que lo demuestran de una forma muy evidente. Un claro ejemplo es El Principito. Todos, sin excepción, tenemos a un Principito dentro de nosotros. A algunos les avergüenza enseñarlo, otros ni siquiera saben -o quieren saber- que está ahí. Pero hay una parte de nosotros que, a lo largo del libro, se refleja en este pequeño personaje que, literalmente, se ha caído de las nubes, y que se opone al pragmático protagonista. Pero qué mejor ejemplo que algunos extractos del libro:
"-¿Y qué haces con esas estrellas?
-¿Qué hago?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
[...]
-¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas."
"Si los dos millones de habitantes de la Tierra se tuviesen de pie y un poco apretados, como en un mitin, podrían alojarse fácilmente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas de ancho. Podría amontonarse a la humanidad sobre la más mínima islita del Pacífico.
Las personas grandes, sin duda, no os creerán. Se imaginan que ocupan mucho lugar. Se sienten importantes, como los baobabs."
"Lo esencial es invisible a los ojos. El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Los hombres han olvidado esa verdad, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado."
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