-Truman, puedes hablar. Te escucho.
-¿Quién eres?
-Soy el creador del programa de televisión que llena de esperanza y felicidad a millones de personas.
-¿Y quién soy yo?
-El protagonista.
-¿Nada era real?
-Tú eras real, por eso valía la pena verte. Escúchame, Truman: ahí fuera no hay más verdad que la que hay en el mundo que he creado para ti. Las mismas mentiras, los mismos engaños. Pero, en mi mundo, tú no tienes nada que temer. Te conozco mejor que tú mismo.
-¡Nunca has tenido una cámara en mi cerebro!
-Tienes miedo, por eso no puedes marcharte. Está bien Truman, yo te comprendo. Llevo observándote toda tu vida. te observé al nacer, te observé cuando diste tu primer paso. Observé tu primer día de colegio, y el capítulo en el que se te cayó tu primer diente. No puedes irte, Truman: este es tu sitio. Conmigo.
Háblame, dime algo.
-Por si no nos vemos luego... ¡Buenos días, buenas tardes y buenas noches!
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